Acuerdo reduce el gasto social
El acuerdo sobre el techo de la deuda entre Barack Obama y los republicanos no sólo no contiene un alza de impuestos a los ricos, sino que además reduce el estado de bienestar social.
AHORA SABEMOS por qué durante su campaña electoral del 2008 Barack Obama colmó de elogios al ex presidente republicano Ronald Reagan, conocido por trozar y destrozar programas sociales, y lo llamó un "presidente transformador". Tras el acuerdo sobre la deuda federal alcanzado con los republicanos, Obama ha sobrepasado a Reagan en recortes al gasto social--en una escala que los derechistas más recalcitrantes sólo habían soñado.
Si tus ojos se nublan ante la gran cifra y los complicados mecanismos para recortar más de dos billones de dólares del presupuesto durante la próxima década, éste es un breve resumen del acuerdo: A la joda con los enfermos, los pobres y los ancianos; vamos a imponer una permanente baja al nivel de vida de los trabajadores; y todo mientras los banqueros y los ricos se hacen con una mayor parte del erario nacional. Y hay más: Los recortes podrían ascender hasta un 10 por ciento de la producción económica del país. Eso es un sangriento golpe a una economía que, a más de dos años de la recesión, aún mantiene un desempleo masivo y que crece a duras penas.
Muchos liberales yacen horrorizados tras el acuerdo. Noventa y cinco representantes demócratas, la mitad de los que votaron, rechazaron el acuerdo porque iba demasiado lejos, uniéndose a 66 republicanos que se opusieron porque, según ellos, los recortes no fueron bastantes. Pero con el gran capital torciendo sus muñecas, la medida pasó 269 a 161.
El techo de la deuda limita cuánto puede el gobierno federal pedir prestado para financiar sus operaciones. Esa cantidad--actualmente $14,3 billones--debe ser, y ha rutinariamente sido, aumentada a medida que la economía del país crece y sus obligaciones financieras crecen. Esta vez el debate fue contencioso porque Washington, demócratas y republicanos, vieron la oportunidad de implementar su agenda de la austeridad.
Obama consintió de antemano a recortes antes inimaginables, lo que permitió a los gangueros del Partido del Té subir las apuestas demandando una enmienda constitucional forzando un "presupuesto equilibrado" antes de permitir un aumento al límite de endeudamiento federal.
Pero la terca postura del Partido del Té fue sólo una jugada distractora. Mientras los medios se enfocaban en el espectáculo de un puñado de ultraderechistas que amenazaban con secuestrar la economía estadounidense, el verdadero acuerdo era silenciosamente cortado entre Obama, el líder mayoritario del Senado Harry Reid y los republicanos John Boehner, líder mayoritario de la Casa de Representantes, y Mitch McConnell, líder minoritario del Senado.
El acuerdo estipula reducciones por $2,1 billones: $900 miles millones ahora, por medio de un inmediato límite al gasto interno y de defensa, y entre $1,2 y $1,5 billones durante en los próximos diez años, que serán presentados a finales de año por un súper-comité bipartidista, y que deben ser aprobados o rechazados, sin enmiendas, por ambas cámaras. Si el comité no actúa, recortes automáticos entrarán en efecto de todos modos.
¡Vaya democracia! Los congresistas, supuestamente electos para velar por nuestros intereses, aprobaron una ley que específicamente impedirá que la opinión de la mayoría--por ejemplo, impuestos a los ricos y la protección del Medicare y el Seguro Social--se vea reflejada.
De hecho, el "debate" sobre el techo de la deuda fue específicamente manejado con la intención de negar la democracia. Ambos partidos estaban de acuerdo desde el principio que el gasto social debía ser reducido. La diferencia estuvo en que la administración Obama buscó restaurar algunos impuestos a los ricos a los niveles, aún bajos, de 1990. Pero Obama, con entusiasmo, se unió a los republicanos en atar el alza del techo de la deuda a profundas reducciones al gasto social--y pronto estuvo dispuesto a renunciar al aumento de los impuestos para lograr un acuerdo.
LOS POLÍTICOS estadounidenses están adueñándose del guión europeo de la austeridad, con banqueros y burócratas no electos dictando los términos de los devastadores recortes al gasto social en Grecia, Portugal, Irlanda, España, Italia, etc.
El gobierno de un país pequeño como Grecia puede al menos culpar a la Unión Europea y al Fondo Monetario Internacional por exigir los aplastantes recortes presupuestarios a cambio de un rescate financiero, pero ¿cuál es la excusa de Barack Obama? Él es, supuestamente, la persona más poderosa del mundo. Pero al parecer, Obama está a la merced de una docena de ideólogos republicanos en la cámara baja.
Así, después de que la Casa Blanca cedió a los republicanos, el columnista de The New York Times Paul Krugman pudo decir que la decisión de Obama fue una "entrega absoluta". Pero Obama no capituló ante los republicanos. En cambio, él los recibió como libertadores. Ellos lo liberaron de las altas expectativas que aquellos que votaron por él tenían acerca del "cambio".
Es por eso que en una etapa de las negociaciones Obama incluso propuso un "gran pacto"--avanzando recortes a los beneficios del Seguro Social para futuros jubilados, y que habría elevado la edad de elegibilidad para el Medicare. Como el comentarista de Salon.com Glenn Greenwald señaló, Obama alardeó de estar dispuesto a alienar a su base demócrata para captar a los votantes independientes en las elecciones del 2012. "No es simplemente que no tenga miedo del descontento liberal, es que afirmativamente él lo desea", escribió Greenwald.
Eso explica por qué Obama descartó una serie de maniobras legales que hubieran eludido el límite de la deuda y bloqueado a los republicanos de empujar su carnicera. En cambio, él optó por negociar con ellos, completamente en sus términos, ayudando a fabricar la crisis que luego utilizó para legitimar recortes al Seguro Social y el Medicare.
Los defensores liberales de Obama afirmaron que la oferta de su "gran pacto" fue una maniobra para exponer la intransigencia de los republicanos. Pero incluso una mirada superficial a la evidencia muestra lo contrario. Cuatro días antes de que Obama asumió el cargo, el columnista del Wall Street Journal Gerald Seib escribió una columna titulada, "Obama apunta hacia un 'gran pacto' para componer el desarreglo presupuestario", señalando que aun cuando la nueva administración preparaba un estímulo económico que aumentaría el déficit presupuestario en el corto plazo, pero que preparaba el terreno político para reducir el gasto social:
Ahí es donde el gran pacto podría venir. Al igual que Humpty Dumpty, el presupuesto va a ser quebrado de todos modos. Al rearmarlo, ¿estarán los jubilados dispuestos a aceptar la idea de que las personas mayores más prósperos paguen una prima mensual para recibir su cobertura del Medicare?¿Aceptarán los liberales recortes a sus programas sociales favoritos? ¿Aceptarán los conservadores la idea de un impuesto al carbono, para recaudar dinero para los beneficios sociales, tanto como para empujar a la nación a abandonar con mayor rapidez los combustibles fósiles?
Pero al final, la derecha cedió prácticamente nada. Aún más, los republicanos bloquearon el "gran pacto" de Obama porque habría modestamente aumentado los impuestos a los ricos. Así que el presidente les dio lo querían: recortes y nada más que recortes.
Incluso eso no era suficiente para el Partido del Té, quienes además querían reescribir la Constitución para adaptarla a sus metas. Para entonces, actuando como árbitro en un encuentro de lucha libre arreglado, Wall Street dio la lid por terminada y ahora se prepara a repartir el dinero del premio en forma de contribuciones electorales para el 2012.
LA APROPIACIÓN por parte de Obama de la agenda presupuestaria republicana no fue sólo una postura táctica pre-electoral. Fue su objetivo político. Incluso su reforma de la salud, ridiculizada por la derecha como "socialista", fue un vehículo para "ahorrar" $500 mil millones del Medicare durante la década venidera.
Aún con los ingresos por impuestos como parte de la economía a su nivel más bajo en décadas, aumentarlos ha sido descartado. El bloguero del New York Times Nate Silver concluyó: "Para el disgusto de muchos demócratas, la mezcla de recortes al gasto y aumento de impuestos que el Sr. Obama ofrece está muy cerca, o quizás incluso un poco a la derecha, de lo que el votante medio republicano prefiere, ni hablar del votante medio americano".
Bienvenido a Austeridad, USA, regida por el partido único--con dos nombres--del gran capital. ¿No te gustan los recortes de Obama o el giro demócrata a la derecha? Entonces, ¿qué tal uno de los candidatos presidenciales republicanos? Si Obama está seguro de mantener su base liberal, es porque la "esperanza" del 2008 se ha convertido en el "espanto" del 2012.
Hubo mucha indignación liberal por el acuerdo. "Sumado a los recortes ya en curso en los gobiernos estatales y locales, la reducción al gasto en el acuerdo aumenta la probabilidad de una doble recesión", escribió el ex Secretario de Laboral y autor Robert Reich, y agregó:
Al adoptar la reducción del déficit como su aparente objetivo--afirmando querer hacerlo de manera diferente al GOP [como también se conoce al Partido Republicano, Grand Old Party]--los demócratas y la Casa Blanca están ahora de acuerdo con el GOP en que el déficit presupuestario es el mayor obstáculo para la prosperidad de la nación.
El déficit presupuestario no es el mayor obstáculo para nuestra prosperidad. Lo es la falta de empleo y de crecimiento. Y la mayor amenaza para nuestra democracia es la aparición de una derecha radical capaz de conseguir la mayoría de los chantajes que demanda.
El presidente del Caucus Negro del Congreso, el representante Emanuel Cleaver, calificó el acuerdo como "un sándwich azucarado satánico", y Raúl M. Grijalva, co-moderador del Caucus Progresista del Congreso, lo denunció porque "ni siquiera intenta lograr un equilibrio entre más recortes para los trabajadores de América y una contribución más justa de los millonarios y las corporaciones".
Rose Ann DeMoro, directora ejecutiva de la Enfermeras Nacionales Unidas, también condenó el acuerdo, llamando al Congreso y a la Casa Blanca a "crear empleos y reducir el sufrimiento de esos millones de familias estadounidenses que no pueden pagar sus cuentas médicas, están perdiendo sus ahorros de jubilación, y se enfrentan a la pérdida de sus hogares, mientras más y más recursos son transferidos a las grandes corporaciones y a los ricos que no lo necesitan en lo más mínimo".
EL ACUERDO es sin duda una píldora amarga para dirigentes sindicales y líderes liberales. Pero si la historia es una guía, la mayoría se apretará las narices y correrá a apoyar a Obama y los demócratas en las elecciones del 2012. Reveladoramente, un comunicado de prensa de la AFL-CIO, a finales de julio, cita a su presidente, Richard Trumka, y varios otros líderes sindicales oponiéndose a los republicanos por buscar un acuerdo con sólo recortes, pero ninguno mencionó a Obama o al Partido Demócrata, a pesar de que el presidente había ofrecido su "gran pacto" unos días antes.
El decisivo giro derechista de Obama será desorientador y desmoralizador para millones de trabajadores, incluyendo activistas fundamentales para las luchas sociales, desde delegados sindicales a aquellos que organizan en torno al derecho a la vivienda y a la defensa de los servicios públicos. Conservadores, como el gobernador republicano de Wisconsin, Scott Walker, se envalentonarán aún más para atacar a los sindicatos y los pobres. Demócratas como el alcalde de Chicago, Rahm Emanuel y los gobernadores Andrew Cuomo de Nueva York, Jerry Brown de California y Pat Quinn de Illinois tendrán aún mayor cobertura política para sus propios ataques a los sindicatos del sector público y para reducir el presupuesto de programas sociales.
Al mismo tiempo, la intensificación de los asaltos producirá resistencia como la que estalló en Wisconsin en febrero pasado, cuando cientos de miles se movilizaron durante semanas contra la legislación anti-laboral del gobernador Walker. Un sinnúmero de otras más pequeñas y locales luchas han continuado desde entonces, por ejemplo la resistencia contra los desalojos en Chicago y Boston, y las protestas contra los recortes presupuestarios a las escuelas impulsados por los "reformistas" corporativos.
Y hay un sentimiento más amplio por la justicia social, especialmente entre los jóvenes. Las recientes marchas SlutWalk en EE.UU. y otros países, por ejemplo, ponen de relieve el creciente malestar entre las mujeres jóvenes, hartas de la creciente ola de sexismo. La violencia racista de la policía, un tema perenne en las ciudades de EE.UU., también ha sido un foco de activismo.
Esta resistencia--y la furia generalizada por el giro derechista de Obama--está creando nuevos militantes que han concluido que una alternativa política a la izquierda de los demócratas es necesaria. El reto ahora es vincular ese sentimiento al esfuerzo por reconstruir una izquierda independiente, preparada para luchar contra la agenda de la austeridad--venga de los demócratas o de los republicanos.
Traducido por Orlando Sepúlveda