El nuevo traje imperial

January 18, 2013

Los nombramientos de Barack Obama a la Secretaría de Defensa y a CIA avanzan su proyecto de rehacer el imperialismo estadounidense con a una maquinaria de guerra más efectiva y más letal.

EL PRESIDENTE demócrata ha nominado como su Secretario de Defensa a un republicano conocido por su conservadurismo, particularmente por su fanatismo anti-gay. Pero la avalancha de críticas contra esta movida viene de los republicanos, no de los demócratas.

Y para dirigir la CIA, el presidente escogió al arquitecto de la tortura en EE.UU., y de la entrega de prisioneros a gobiernos que torturan. Pero con esto, ni republicanos ni demócratas tienen el menor problema.

Bienvenido a Washington del segundo mandato de Barack Obama: donde ni siquiera habrá una careta de oposición a la izquierda de un presidente que sólo hace unas décadas habría sido considerado, según sus propias palabras, "un republicano moderado".

Dado sus primeros cuatro años en la presidencia, no es sorpresa que los nominados de Obama tengan más en común con los previos moradores republicanos de la Casa Blanca que con los millones de personas que lo re-eligieron.

Tras su masiva participación electoral, la base demócrata esperaba que Obama fuera en su segundo mandato el progresista que ellos ven en él, pero, Chuck Hagel y John Brennan, los nominados a la Defensa y la CIA, son una prueba más de que no basta con desear para que se haga realidad.

Barack Obama speaks to troops stationed at Fort Bragg

Obviamente, Obama para nada no se siente obligado a satisfacer las expectativas de sus simpatizantes, ni a actuar de acuerdo con la retórica populista que utilizó durante su campaña. Por el contrario, como con las concesiones que él hizo a los republicanos con el acuerdo sobre el "abismo fiscal", la nominación de Hagel y Brennan enseña qué es lo que Obama busca para su segundo mandato: una administración en la que la clase dominante yanqui puede confiar para defender y expandir, con mayor eficacia, poder económico y militar.

Ésta es una vieja lección que aprender: sin lucha, no habrá avances en la era Obama. La alternativa a un mundo de guerra e imperialismo, de crisis social y grotesca desigualdad, evidentemente no vendrá desde la Casa Blanca o de cualquier otra cuna de poder en Washington. Tendrá que venir desde fuera.


DESDE LA perspectiva de un cabildero en Washington, la decisión de nominar al ex senador por Nebraska, Chuck Hagel, para la Secretaría de Defensa ha sido inteligente. Obama actúa de manera bipartidista al elegir a un republicano para uno de los cargos más importantes de su administración, pero Hagel es despreciado por la mayoría de los republicanos por ser "un republicano sólo de nombre".

Pero no porque Hagel no sea un conservador acérrimo, sino porque a a mediados de la década de 2000 él fue uno de los primeros miembros del Congreso que criticó la "guerra contra el terror" de George W. Bush, en particular la desastrosa invasión de Irak. Cuando decidió no presentarse a la reelección en 2008, Hagel estaba ya más fuera que dentro de un partido que, según dijo, había sido "secuestrado por la incompetencia: creo que eso es lo que ha llevado al Partido Republicano a caer al acantilado".

Pero la trayectoria política de Hagel dice más acerca de hasta qué punto el sistema político bipartidista se transformó en la década de 2000 al hacer suya la doctrina de "invadir primero, preguntar después" de los neo-conservadores que controlaban la Casa Blanca en la época de Bush. Hagel pertenece al ala "realista" de la política exterior gringa, desplazada a la vera en los años de Bush, pero igualmente comprometida con el proyecto imperialista de Estados Unidos.

En las próximas semanas, Hagel será acusado por los republicanos de preferir duras sanciones contra Irán en vez de un ataque militar, o por criticar, en ocasiones, a Israel (sin que ello implique la menor acción práctica, por supuesto). Pero esto lo sitúa perfectamente en el consenso de Washington, no en el movimiento contra la guerra.

Sus posiciones políticas son aún más evidentes en aquellos temas de los que nadie está hablando hoy. "No preguntes, no digas", la caza de brujas anti-gay en las fuerzas armadas estadounidenses, terminó oficialmente hace sólo un año y medio, pero ahora Obama quiere poner a la cabeza del Pentágono a un hombre que promovió esta política durante toda su carrera en el Congreso.

Hagel es mejor recordado por su despreciable campaña para bloquear la nominación de James Hormel como embajador de EE.UU. en Luxemburgo durante los años de Clinton. Según Hagel, Hormel no estaba cualificado para tan importante responsabilidad porque era "abierta y agresivamente gay". Hagel se disculpó por tan rastrera acusación... sólo el mes pasado. "Dado que él está siendo considerado para un nombramiento presidencial", dijo Hormel a los periodistas, "cabe preguntarse acerca de la sinceridad de su disculpa".

Los defensores de los derechos de los inmigrantes podrán recordar a Hagel como el co-autor de una legislación en 2006 que contrarrestó el proyecto de ley que pretendía criminalizar a los 12 millones de inmigrantes indocumentados en el país. Pero el "compromiso" de Hagel incluía invertir millones de dólares en nuevos puestos de control fronterizos, la construcción de un muro, y la creación de un sistema a tres niveles de los indocumentados condenando a millones de personas a salir de EE.UU. o ser al estatus de trabajador huésped, y una altamente restrictiva legalización para una minoría.

Nada de esto será recordado por los legisladores demócratas, ni las organizaciones o comentaristas "progresistas", que parecen estar guardando un pacto de silencio sobre Hagel, si es que no lo apoyan directamente. En su blog en la revista The Nation, la escritora anti-bélica Phyllis Bennis se pregunta si la nominación de Hagel "en realidad ayuda a la izquierda anti-guerra", y en un impresionante despliegue de torcida lógica, responde que sí.

En cuanto a John Brennan, el nominado para dirigir la CIA, es probablemente mejor conocido como un elemento de continuidad entre demócratas y republicanos. Brennan es un espía de carrera que trabajó en estrecha colaboración con la Casa Blanca del demócrata Bill Clinton, más tarde con los republicanos de Bush, y ahora con la administración Obama.

Brennan fue director ejecutivo adjunto de la CIA a comienzos de la década de 2000, cuando la agencia creó su sistema de "sitios negros" y "entregas extraordinarias" para llevar a cabo interrogatorios y torturas durante la "guerra contra el terror". Brennan defendió expresamente el uso de técnicas de interrogación como el ahogamiento simulado, y elogió la "entrega" de prisioneros a países que practican la tortura.

Semejante historial fue suficiente para echar por tierra su posible nombramiento como jefe de la CIA cuando Obama comenzó su primer mandato. Brennan retiró su nombre de la terna y fue nombrado asesor de alto nivel de la Casa Blanca.

Dice mucho acerca de la Casa Blanca de Obama y el Partido Demócrata que Brennan sea ahora un candidato aceptable.

Hace cuatro años, Obama acababa de salir de una campaña en la que en repetidas ocasiones prometió terminar con los ataques a las libertades civiles de la administración Bush. Pero durante en el cargo mantuvo en práctica toda la política de la era Bush, desde la prisión de Guantánamo hasta el espionaje sin orden judicial.

Por lo tanto, los observadores apuestan s a que Brennan no encontrará mucha oposición oficial en Washington. Como el analista izquierdista Glenn Greenwald escribió para The Guardian: "En este cambio [de actitud hacia Brennan en relación a 2008], reside uno de los aspectos más significativos de la presidencia Obama: su conversión de lo que antes eran políticas de derechas altamente cuestionables en armoniosos dogmas del consenso bipartidista en Washington DC".


DURANTE LA campaña electoral de 2008, Obama aseguró la nominación demócrata a la presidencia en gran parte por ser el candidato más asociado a la oposición a las guerras en el Medio Oriente de la administración Bush, especialmente Irak. Pero para cualquiera escuchando con atención, fue evidente que Obama quería dirigir la maquinaria de guerra de EE.UU., no frenarla.

Una vez al mando, Obama hizo todo lo posible para remodelar la prometida retirada de Irak en un redespliegue de fuerzas. Su plan fracasó sólo porque el gobierno iraquí, actuando cada vez más independiente de la ocupación, se negó a aceptar un estatuto especial para la presencia militar norteamericana permanente en su país de decenas de miles de efectivos.

En Afganistán, Obama cumplió con su promesa electoral de aumentar las tropas. En el punto álgido de esta escalada militar, el número de soldados estadounidenses desplegados en Afganistán fue duplicado. Mientras tanto, la administración Obama amplió enormemente la guerra fuera de las fronteras de Afganistán, en Paquistán particularmente, gracias al arma de moda: los ataques aéreos de aviones no tripulados.

La Casa Blanca de Obama también está efectuando una reorientación estratégica del poder militar de EE.UU. hacia el conflicto que los analistas creen más probable en las próximas décadas: en el sudeste de Asia, contra el creciente poder de China.

Tanto Hagel como Brennan serán muy útiles en el proceso de re-orientación del imperialismo yanqui según los planes de Obama.

Dado que Hagel se enlistó--de ser confirmado, Hagel sería el primer Secretario de Defensa con este origen--él tendrá mayor autoridad para argumentar que Estados Unidos debe hacer mayor uso de la diplomacia y de otros medios no militares en los conflictos internacionales, al mismo tiempo que reconstruye las fuerzas armadas como una fuerza más pequeña, más móvil y más letal.

Por su parte, Brennan supervisó la escalada bélica con los aviones no tripulados de la administración Obama. Según el Washington Post, esto, y sus muchos años en la CIA lo hacen el candidato ideal de "un gobierno que prefiere la acción encubierta--incluyendo ataques con aviones no tripulados contra objetivos de al-Qaeda y el sabotaje cibernético de las plantas nucleares de Irán--que la utilización de más fuerzas convencionales".

Para muchos, Obama aún conserva su reputación de ser anti-guerra, probablemente gracias a ser comparado con republicanos sediento de sangre. Pero su historial como comandante en jefe no puede ser descrito como anti-guerra en manera alguna. Obama representa una estrategia diferente del imperialismo yanqui, y tanto Hagel como Brennan están asociados a aspectos esenciales a la manera en que Obama ha tratado de renovar y adecuar la maquinaria de guerra estadounidense.

Así que las batallas partidistas por sus nombramientos reflejan un debate interno de la clase dominante entre dos programas diferentes sobre cómo regir el imperio. Nos se trata en absoluto es un conflicto entre militaristas republicanos y partidarios demócratas de una política exterior más pacífica. Ni de una disputa, como pretende Phyllis Bennis, en la que la "izquierda anti-bélica" esté en mejor posición para presionar por sus objetivos.

Por el contrario, dado el éxito de Obama en sus primeros cuatro años a la hora de reparar algunos de los desastres causados por Bush, el imperialismo gringo a las órdenes de Obama, Hagel y Brennan probablemente será más eficaz para proteger la dominación estadounidense de sus rivales y enemigos. Y, por lo tanto, más eficaz para infligir sufrimiento, opresión y muerte en todo el mundo.

Podemos dejar al establecimiento de la política exterior debatir si la "doctrina Obama" es preferible a la "doctrina Bush". Pero ciertamente podemos afirmar que es el objetivo de Barack Obama es demostrar que él es un mejor administrador del imperio que Bush y los neoconservadores, no la búsqueda de un mundo más pacífico y justo.

Nuestro movimiento y nuestra lucha no pueden tomar partido por uno de estos dos programa imperialistas. De la misma manera que no tenemos por qué elegir entre dos planes de austeridad o dos estrategias para hacer más rentables las empresas a costa de los trabajadores. Tenemos que organizar una resistencia desde abajo que sea una alternativa independiente de las políticas bipartidistas de guerra, opresión e injusticia de Washington.

Traducido para www.sinpermiso.info por Enrique García.

Further Reading

From the archives