¿Componiendo un desastre?

September 22, 2014

La aparición del Estado Islámico es resultado de la violencia desatada por el imperialismo yanqui.

BARACK OBAMA y el establecimiento político estadounidense --demócratas y republicanos por igual-- azuzan por una nueva guerra en el Medio Oriente.

En un discurso televisado, Obama esbozó sus planes para escalar la intervención militar en Irak, un mes después de que sus aviones de guerra nuevamente comenzaron a lanzar bombas sobre el afligido país, en el último capítulo de casi un cuarto de siglo de asalto contra el pueblo iraquí.

Obama afirma que EE.UU. sólo está respondiendo a una nueva, grave amenaza: los fundamentalistas sunitas del Estado Islámico en Irak y Siria (ISIS, por sus siglas en inglés), cuya ofensiva militar de este verano les ha dado el control de grandes partes del norte y oeste de Irak, en adición su base en el este de Siria.

Pero EE.UU. apunta sus armas a una fuerza que surgió como consecuencia directa del imperialismo, en particular, de la invasión y ocupación de Irak y de su política de avivar el odio sectario entre musulmanes sunitas y chiítas. Acelerar la máquina de guerra yanqui sólo aumentará el sufrimiento y la violencia.

President Obama speaking at a press conference

El Estado Islámico ha horrorizado al mundo con sus decapitaciones de los periodistas cautivos, su violencia asesina contra minorías étnicas y religiosas, y los reaccionarios dictámenes que quiere aplicar a todos dentro de su autoproclamado califato.

Esto lo hace un enemigo perfecto para el imperialismo gringo, ayudándole a acarrear apoyo nacional e internacional para sus planes. Así, la confrontación con ISIS se convierte en el pretexto para una mayor intervención militar de las fuerzas estadounidenses; para fortalecer a sus aliados reaccionarios y represivos en la región; para aumentar el gasto del Pentágono; para intensificar el estado de vigilancia interna dentro de EE.UU.; y quién sabe para qué más.

Si Estados Unidos invade, o no, Irak con tropas de tierra, o amplía sus bombardeos a Siria en el corto plazo, Barack Obama se prepara para declarar una nueva guerra --o al menos, una nueva fase en una que lleva más de diez años: la "guerra contra el terror".

Esta guerra se libra en nombre de detener más horrores en el Medio Oriente y proteger la seguridad del país, pero nada de eso ocurrirá. El imperio estadounidense y sus belicosos líderes en Washington, como ya lo han hecho por más de un siglo de agresión imperialista, sólo harán el mundo más inestable, más opresivo y más violento.


LA DOBLE moral y la hipocresía de Washington para actuar contra ISIS requieren ser expuestas --en particular por que los medios corporativos no se cansan de hacer porras por la próxima guerra de Estados Unidos.

El Estado islámico ha asesinado a miles de personas durante sus recientes operaciones militares en Irak y Siria. Por su parte, el gobierno de Estados Unidos asesinó a millones de personas con sus guerras y sanciones sobre Irak, y en el proceso, redujo una sociedad industrial a un estadio de pobreza y violencia único en el mundo.

Los combatientes de ISIS son fundamentalistas fanáticos que no toleran disidencia alguna, incluso entre sus correligionarios musulmanes sunitas. Pero ¿qué hay de los maníacos de la derecha religiosa en EE.UU. que asesinan médicos y otros trabajadores de la salud en clínicas para mujeres? ¿O de los reaccionarios neoconservadores que justificaron su post 11 de septiembre "guerra contra el terror" como parte de un "choque de civilizaciones " entre el mundo árabe y Occidente?

Los islamistas de ISIS han declarado un califato musulmán sunita. Israel, el principal aliado de Estados Unidos en el Medio Oriente, es explícitamente un Estado judío, formado tras la desposesión de la población árabe de Palestina.

El Estado Islámico ataca a periodistas. Lo mismo sucede en Egipto, el segundo mayor receptor de la ayuda militar estadounidense en la región. El régimen militar egipcio persigue y encarcela a periodistas por reportar acerca de las protestas anti-gubernamentales, eso, si es que no han sido asesinados por las fuerzas de seguridad.

Luego está el principal símbolo de la barbarie de ISIS: la ejecución por decapitación, grabada en vídeo, de dos periodistas estadounidenses. Pero en esta repugnante forma de asesinato estatal, ISIS apenas le llega a los talones al aliado estadounidense, Arabia Saudita.

Según la revista Private Eye de Gran Bretaña, durante los 21 meses transcurridos entre el secuestro del reportero gráfico James Foley y su asesinato en agosto, al menos 113 personas fueron decapitadas en Arabia Saudita, en ejecuciones públicas en Riad. Entre los "delitos" punibles con la decapitación en Arabia Saudita están la blasfemia, el adulterio, el tráfico de drogas, la sedición, la hechicería y la brujería --aunque las autoridades pueden condenar a un adúltero a ser lapidados hasta la muerte.

¿Está amenazando Barack Obama una guerra contra estos tiranos fundamentalistas reaccionarios? Por el contrario, Obama hizo una visita de Estado a Riad en marzo de este año para enfatizar que "Arabia Saudita es un socio cercano de los Estados Unidos", según el secretario de Prensa de la Casa Blanca, Jay Carney.


PERO TAL vez la hipocresía más rancia de todas es ésta: Estados Unidos se prepara para ir a la guerra contra un enemigo al que le dio la vida y dejó florecer, directa e indirectamente, no una, ni dos, sino muchas veces.

Las raíces de ISIS se encuentran en la red al-Qaeda, una vez liderada por Osama bin Laden --aunque los resabios de al-Qaeda ahora reniegan ISIS como "extremista".

Bin Laden y al-Qaeda tuvieron su primera experiencia militar en Afganistán, durante la década de 1980, como reclutas internacionales a la resistencia armada contra la invasión de la ex-URSS. Estados Unidos financió y suministró los muyahidines fundamentalistas sunitas en Afganistán --incluso el presidente Ronald Reagan llamó a bin Laden y sus compañeros insurgentes "valientes luchadores por la libertad".

Cuando la URSS se vio obligada a retirarse, Washington perdió interés en los rebeldes que había apoyado. Bin Laden más tarde apuntó sus armas contra EE.UU., como el enemigo global de al-Qaeda, sobre todo después de que Washington aumentó su presencia militar en Arabia Saudita durante la primera Guerra del Golfo de 1991.

Después de los ataques en Nueva York y Washington, DC, cometidos por al-Qaeda el 11 de septiembre 2001, el gobierno de Bush aprovechó la oportunidad para lanzar una "guerra contra el terror", con objetivos que fueron mucho más allá de al-Qaeda. Uno de ellos, desde el principio, fue Irak de Saddam Hussein --a pesar de que no poseyera armas de destrucción masiva ni hubiera albergado al-Qaeda, como los funcionarios de gobierno estadounidenses afirmaron.

Al-Qaeda en Irak sólo surgió después de la invasión gringa de 2003, una vez que la oposición a la ocupación colonial de Washington se había propagado. Aun así, al-Qaeda en Irak era una pequeña parte de la resistencia. Se distinguió del resto de la oposición armada por sus sangrientos ataques, a menudo contra musulmanes chiítas, en lugar de las tropas estadounidenses.

Cuando la más amplia resistencia sunita brevemente amenazó con unirse a la oposición chiíta contra la ocupación, Estados Unidos no dudó en atizar divisiones sectarias entre ellos, con al-Qaeda en Irak como un útil villano. Las consecuencias de la guerra civil y la limpieza étnica que siguió fueron catastróficas.

En unos pocos años, al-Qaeda en Irak fue políticamente marginado y militarmente derrotado por los llamados Consejos Despertar, formados por líderes tribales sunitas y apoyados y financiados por EE.UU., quien les prometió que serían integrados al gobierno central, dominado por los partidos políticos chiítas.

Pero los partidos chiítas en el poder renegaron el acuerdo que EE.UU. había propuesto en su nombre. El ex primer ministro Nuri al-Maliki se aseguró de que los recientemente restablecidos ejército y policía iraquíes fueran dominados por milicias chiítas, y fueron usados contra cualquier y toda disidencia sunita.

Incluso después de que las tropas de combate estadounidenses se retiraron de Irak a finales del 2011, EE.UU. permaneció implicado en la guerra del gobierno contra los sunitas. Cuando la policía y los militares llevaron a cabo su represión anti-sunitas --incluyendo la ola de manifestaciones no violentas de la "primavera iraquí" en 2012 y 2013-- ellos utilizaron misiles Hellfire, helicópteros de ataque y otras armas suministradas por EE.UU.

Si ISIS hoy lidera la insurgencia sunita armada en Irak y tiene al menos el apoyo pasivo de gran parte de la población sunita, no es porque su ideología reaccionaria y autoritaria sea ampliamente aceptada, sino porque sus combatientes han tenido éxito en defender a los sunitas de los ataque del gobierno central de Irak, asociado a Washington. El crecimiento de ISIS es producto de la violencia y la represión desatada por el imperialismo norteamericano y las otras potencias de la región.


OBAMA HA estado bajo presión para actuar contra ISIS, incluyendo expandir los ataques aéreos de Irak a Siria --a pesar de que esto pondría efectivamente a EE.UU. en el mismo lado que el dictador sirio Bashar al-Assad, cuyo régimen EE.UU., supuestamente, quiere derrocar.

Tanto los republicanos como los demócratas están exigiendo que EE.UU. persiga a ISIS, pero la presión sobre Obama no se detiene allí. Según encuestas de opinión realizadas por ABC News, el apoyo a los ataques aéreos contra ISIS en Irak aumentó del 45 por ciento en junio al 71 por ciento en septiembre, y el 65 por ciento favorece extender los ataques aéreos a Siria. Un abrumador 91 por ciento de la gente cree que ISIS es "una grave amenaza para los intereses vitales".

No es extrañar que el gobierno de Obama siga adelante con una nueva campaña de guerra en Oriente Medio. Puede contar con un terreno ideológico bien preparado por una década de "guerra contra el terror", puesta en marcha por los neoconservadores durante los años de Bush y continuada, con una retórica más moderada y métodos un tanto alterados, bajo Obama.

Al igual que en los años de Bush, esta nueva campaña de guerra traerá más islamofobia. Aunque Obama afirme lo contrario, la demonización de ISIS --sin el más mínimo reconocimiento de los crímenes de guerra del gobierno estadunidense que le dieron origen-- le darán un sello oficial de aprobación al racismo contra los musulmanes.

Ejemplo número uno: Linda Sarsour, directora de la Asociación Árabe Estadounidense de Nueva York, informó que fue atacada al salir de la sede en Brooklyn de la organización la semana pasada por un hombre que arrojó un bote de basura a ella y otra mujer, y amenazó con decapitarla para "ver cómo tu gente se sienten al respecto".

Tales ataques indignarán a la misma gente que ya critica de la campaña de Obama para extender y ampliar la "guerra contra el terror" en contra de un nuevo objetivo. Puede que seamos una minoría por ahora, pero debemos enviar un fuerte y decidido mensaje contra la intolerancia anti-musulmana y la escalada militar estadounidense en el Medio Oriente.

El plan de Barack Obama para enfrentar ISIS no compondrá el desastre que Estados Unidos mismo creó en el Medio Oriente, ni mucho menos va a hacer a la gente común de EE.UU. más segura. Por el contrario, la nueva campaña bélica está haciendo el mundo más peligroso.

Traducido por Orlando Sepúlveda

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