Inmigración: otra promesa rota
Nicole Colson explica por qué Obama y los demócratas capitularon una vez más.
BARACK OBAMA decepcionó, una vez más, a su base demócrata cuando la Casa Blanca anunció que el presidente no tomaría la acción ejecutiva que había prometido en materia de inmigración --extender a millones de inmigrantes indocumentados la posibilidad de regularizar su situación migratoria por medio de un mecanismo usado con los jóvenes inmigrantes, conocido como DACA.
Una vez más, la esperanza y el cambio dieron paso a la concesión y la cobardía.
Otrora, a finales de junio, Obama había pronunciado un discurso en el Jardín de las Rosas de la Casa Blanca denunciando a los republicanos del Congreso por bloquear la consideración de cualquier propuesta legislativa descrita como una "reforma migratoria integral". El presidente dijo que pediría a la Secretaria de Seguridad Nacional Jeh Johnson y al Fiscal General Eric Holder hacer recomendaciones para una acción ejecutiva a finales del verano, y prometió a "adoptar esas recomendaciones sin más demora".
"Estados Unidos no puede esperar [a los republicanos] por siempre para actuar", declaró Obama, expresando su frustración con el fracaso de la derecha "para aprobar la mentada ley".
Lo más anticipado era una orden ejecutiva aplazando la deportación de millones de inmigrantes indocumentados con hijos ciudadanos y que han vivido en EE.UU. por muchos años. Obama juró que protegería a las familias inmigrantes y las mantendría unidas, pero su administración ha supervisado una expansión sin precedentes de deportaciones y separaciones de familias.
Obama se retractó de actuar para así apaciguar a los miembros más derechistas de su partido, y a la derecha en general, después de que éstos le reclamaron que los republicanos tomarían ventaja en las reñidas elecciones de noviembre si los demócratas aparecieran suaves con los "inmigrantes ilegales".
Los demócratas están capitulando a una histeria anti-inmigrante que se intensificó a principios de este año, después de que los medios fijaron su atención en los miles de niños obligados a tratar peligrosos cruces fronterizos hacia EE.UU., a causa de la guerra contra las drogas y las políticas comerciales de Washington que han sumido sus países de origen en la pobreza y la violencia.
Los racistas y reaccionarios han utilizado el espectro de estos niños "usando nuestros recursos" para afirmar que cualquier medida de reforma migratoria es indulgente. Ellos exigen una frontera más militarizada y deportaciones más rápidas --a pesar de que la administración Obama ya ha quebrado ese récord, deportando a más de 2 millones de inmigrantes y proponiendo $3,7 billones para abordar la "crisis de la frontera", precisamente para una mayor militarización y la agilización de las deportaciones.
Como recientemente escribió el periodista izquierdista, Alex Kane, en un artículo para AlterNet: "Agentes de la patrulla fronteriza están actuando como si estuvieran en guerra. Una reciente investigación del Los Angeles Times reveló que la patrulla fronteriza mató a 19 personas de enero 2010 a octubre 2012 --incluyendo algunos incidentes en los que los agentes no tenían ninguna amenaza letal directa".
Pero eso no es suficientemente duro para la derecha anti-inmigrante, por supuesto, y así Obama y los demócratas hicieron el cálculo político estándar al decidir aplazar la acción ejecutiva hasta después de las elecciones de noviembre: Apaciguar a una derecha cada vez más hostil, seguros de que los liberales y la izquierda seguirán apoyando a los demócratas porque no hay otra alternativa.
COMO CUALQUIERA que haya seguido la política de inmigración sabe, esas traiciones y retracciones de los demócratas no son nada nuevo.
En 2008 y 2012, el candidato Obama prometió actuar en la reforma migratoria, pero el presidente Obama se mantuvo al margen ante la oposición republicana. "Cuando se trata de inmigración, Obama tiene una larga estela de medias verdades y promesas rotas", el columnista Rubén Navarrete Jr. escribió en CNN.com. Navarrete documenta así el récor de Obama en inmigración:
En julio de 2008, el candidato presidencial dijo al Consejo Nacional de La Raza que, de ser elegido, haría del tema una prioridad y lo abordaría dentro de los primeros 100 días. Eso no sucedió.
Luego, funcionarios de la Casa Blanca movieron la fecha para, así es, el primer término. Eso tampoco ocurrió.
De 2009 a 2011, Obama dijo a sus partidarios que no podía frenar las deportaciones porque "no era un rey".
Sin embargo, en 2012, queriendo volver a enganchar a los votantes hispanos en su reelección, Obama conjuró a su monarca interior cuando dio a conocer la "Acción Diferida para Infantes Llegados" [DACA, por sus siglas en inglés. Trad.], que ofrece a los jóvenes indocumentados una suspensión temporal de su deportación y permisos de trabajo.
En 2013, Obama hizo otra media vuelta y regresó a su retórica acerca de cómo él solo no podía actuar para detener las deportaciones. También dio su poco entusiasta apoyo al proyecto de ley de inmigración del Senado, que militariza la frontera y sólo legaliza aproximadamente la mitad de los casi 11 millones de inmigrantes indocumentados en Estados Unidos.
Ahora, estamos en otro año de elecciones, y Obama ha vuelto a cínicamente utilizar la promesa de una reforma migratoria para sacar a los votantes latinos a las urnas.
Y ese vergonzoso récord ni siquiera toma en cuenta el hecho de que lo que la Casa Blanca considera como de "reforma migratoria" deja mucho que desear, incluso si Obama luchara por ésta.
La propuesta bipartidista apoyada por la administración Obama incluye una mayor militarización de la frontera, e incluso su llamado "camino a la legalización" está lleno medidas punitivas, descalificaciones y exclusiones que, como Justin Akers Chacón argumentó en junio, en SocialistWorker.org, "debe ser visto... como la continuación del ataque a los trabajadores inmigrantes, y no una verdadera --ni siquiera parcial-- reforma".
LA ÚNICA razón por la que en Washington todavía se habla de la reforma migratoria son los años de protestas por parte de activistas inmigrantes --especialmente los jóvenes que luchan por el Acta DREAM. Estas voces se han negado a estar en silencio; en su lugar, se han enfrentado a los políticos, reunido con la comunidad y participado en actos de desobediencia civil frente a la Casa Blanca para mantener la reforma migratoria en la agenda.
Ahora, una vez más, Obama ha atendido su promesa con una insultante capitulación. Irónicamente, esta última traición, supuesta para mantener votos demócratas en noviembre, en última instancia, puede terminar costándoles, porque alienará a los tradicionalmente demócratas votantes latinos.
"Estamos muy decepcionados con el presidente y estamos muy decepcionados con los demócratas en el Senado," Frank Sharry, director ejecutivo de la Voz de América, dijo a Prensa Asociada. "Nosotros, los que abogamos, no prometimos una reforma; sólo cometimos el error de creer en ella. El presidente y los demócratas del Senado han elegido la política sobre las personas, el estatus quo en vez de resolver problemas reales".
Carmen Velásquez, fundadora y ex directora ejecutiva del Centro Médico Alivio en Chicago, describe el alcance de la desilusión en un artículo de Politico.com:
Cuando Barack Obama y yo nos sentamos la última vez en el año 2006, me negué a darle la mano. Hoy, todavía lo hago. Su anuncio de la semana pasada retrasando la acción ejecutiva en materia de inmigración es su quinta promesa rota a los latinos sobre este tema tan importante para nuestra comunidad. Él ha estado ciego al dolor de las 1.100 deportaciones que nuestra comunidad enfrenta cada día, y a la angustia que nuestras familias sienten por ser usadas como peones políticos.
La pregunta, para nosotros los latinos --especialmente los casi 24 millones de nosotros con derecho a voto-- es: ¿qué hacer al respecto? ¿Cómo podemos asegurar que [la comunidad] con mayor crecimiento demográfico en el país no sea dada por sentada por los demócratas, que pretenden ser nuestros aliados, pero a menudo esquivan nuestras esperanzas de cara a la más mínima presión política? No hay respuestas obvias o incluso satisfactorias, pero una cosa es clara: Demasiadas veces hemos recibido una bofetada en la cara por este presidente.
Hay una respuesta: Romper con los demócratas y construir una alternativa política independiente, como el comentarista de izquierda Ted Rall, escribió en Alternet, en un artículo titulado "En algún punto, los progresistas necesitan romper con el Partido Demócrata":
Si eres es un izquierdista, al establecimiento demócrata no le importa tu opinión. Ellos ciertamente no quieren tu opinión. Lo que quieren es tu voto --a cambio de absolutamente nada. Ellos son políticos parásitos, agotando el entusiasmo y el idealismo de los progresistas, a la vez castrando y la explotando de la principal línea liberal.
Al igual que una garrapata, la línea principal "centrista" (es decir, conservadores) demócrata te chupará hasta secarte. Primero desviarán tu esperanza por un cambio real. Luego te sacarán el voto. Para el tiempo en que te des cuenta de que ha sido usado, los bichos se dejan caer, hinchados del poder y la riqueza robados...
Luego, dos o cuatro años más tarde, los parásitos demócratas estarán de vuelta para chuparse cualquier idealismo que hayas conseguido regenerar.
Si no queremos nuestra energía política drenada otra vez, ya es hora de reconocer que los demócratas no son la alternativa política que logrará lo que necesitamos en temas como la inmigración, y de que necesitamos construir esa alternativa nosotros mismos.
Traducido por Orlando Sepúlveda