Muerte a las puertas de Europa

April 27, 2015

Las penurias que sufren los migrantes que intentan cruzar el Mediterráneo son la consecuencia de la guerra, la austeridad y las draconianas políticas de inmigración.

LA MUERTE por inmersión de cientos de inmigrantes que huían de Libia hacia la costa sur de Italia horrorizó a gente del mundo entero, y motivó urgir a los dirigentes políticos a tomar medidas para reducir el desamparo y el sufrimiento de aquellos que tratan de llegar a Europa.

Es una tragedia humana horrible de contemplar: Cientos de inmigrantes atiborrados herméticamente en una desvencijada barquichuela encontraron su muerte mientras ésta se hundía en las aguas del mar Mediterráneo. Y aunque líderes de la Unión Europea (UE) expresaron su tristeza y consternación por el número de las muertes, fueron sus propias políticas las que condujeron a la pérdida de estas vidas--y de miles más.

La muerte de inmigrantes que buscan una vida mejor en Europa, al igual que la de aquellos que tratan de cruzar la frontera sur hacia Estados Unidos, no es un accidente, es el producto directo de las acciones de los líderes políticos cuyas políticas desestabilizan las partes más pobres del mundo, y luego niegan refugio a los desesperados que huyen.

Victims of a capsized migrant boat in the Mediterranean Sea

SÓLO VEINTIOCHO personas, de un estimado de 850, fueron rescatadas con vida del naufragio del 18 de abril; pero esta fue sólo la segunda pérdida masiva de vidas en el Mediterráneo en el lapso de unos días: el 15 de abril, unos 400 inmigrantes se ahogaron y 150 fueron rescatados después de que su nave, también proveniente de Libia naufragara.

Estos peligrosos intentos de cruzar el Mediterráneo no son nada nuevo, pero han aumentado dramáticamente en los últimos años porque las campañas de bombardeo de Estados Unidos y la OTAN y los varios conflictos regionales, a menudo promovidos por Occidente, han empujado un mayor número de personas a hacer el desesperado viaje a Europa.

Como resultado, el número de muertos ha crecido exponencialmente: en lo que va del año, más de 1.500 personas han perdido la vida, 10 veces más de los que murieron en el mismo período el año pasado.

En el desastre del 18 de abril, unos 1.000 migrantes, en su mayoría hombres africanos, habían hecho fila en una playa de Libia para abordar el barco que los llevaría a Europa. Los contrabandistas los atocharon en el casco de la embarcación y les ordenaron sentarse en las faldas de otros para aumentar el posible el número de viajeros.

En algún momento, el atestado barco fue reportado a la Guardia Costera italiana mientras navegaba en dirección a la isla de Lampedusa. La Guardia Costera alertó a un carguero portugués, pidiéndole ayudar a la embarcación migrante. Ya sea por pánico o incompetencia, los dos barcos chocaron, motivando a cientos de migrantes moverse hacia un lado del barco, precipitando su volcamiento. Casi todo el mundo a bordo murió.

El médico Enrico Vitriello, que participó en la misión de rescate, dijo a NPR que los sobrevivientes "Nos dijeron que había mujeres y niños, alojados en la bodega de abajo, por lo que no tuvieron tiempo de salir cuando el barco zozobró. Nunca olvidaré lo que vi, todos esos cuerpos en el agua. Era un cementerio flotante".


LA MAGNITUD del desastre captó la atención de todo el mundo, pero éste es sólo el último de una larga historia de muertes de migrantes en el mar, así como mucha gente desesperada huye de África del Norte y del Oriente Medio, con la esperanza de llegar a Europa.

En total, 3.200 migrantes murieron el año pasado tratando de cruzar el Mediterráneo en rumbo a Europa, y más de 22.000 han muerto desde 2000, según la Organización Internacional para las Migraciones.

Los horrores de este mes han renovado las llamadas a la acción para salvar vidas migrantes.

Hasta este punto, sólo Italia--y a regañadientes--ha asumido la gran parte de la carga de rescatar a los inmigrantes en situación de riesgo en el Mediterráneo. En 2013, cuando más de 300 inmigrantes murieron cerca de la isla de Lampedusa, Italia comenzó un programa de rescate a gran escala denominado Mare Nostrum, con 32 barcos, helicópteros y aeroplanos. El programa fue un éxito, salvando un estimado de 150.000 vidas tan sólo en 2013.

Pero el gobierno italiano ha sido por mucho tiempo hostil a los solicitantes de asilo, que son el chivo expiatorio favorito de los políticos derechistas como el ex primer ministro Silvio Berlusconi y la ultraderechista Liga Norteña, a pesar del hecho de que los migrantes africanos, en particular, constituyen la mayor parte de trabajadores agrícolas en la región sur de Italia.

El resto de Europa es aún menos acogedor, con países, como Gran Bretaña, que limitan severamente el número de solicitantes de asilo que acepta cada año.

A finales del año pasado, citando su costo de más o menos $12 millones al mes, el gobierno italiano desaceleró y luego detuvo el programa Mare Nostrum. Su reemplazo, la denominada "Operación Tritón", es una fuerza multinacional dirigida por Frontex, la Agencia Europea para el Manejo de la Cooperación Operacional en las Fronteras Exteriores. Pero como escribió la autora izquierdista Cinzia Arruzza:

A pesar del esfuerzo de las instituciones europeas y de los principales medios de comunicación para presentar Frontex como una agencia que tiene como uno de sus objetivos principales el rescate de inmigrantes que intentan cruzar las fronteras europeas en circunstancias peligrosas, de hecho, Frontex no es más que el largo brazo militar de la Unión Europea para patrullar las fronteras, manejar campamentos fuera de sus fronteras, y, para decirlo simplemente, mantener a los inmigrantes fuera de Europa o regular los flujos migratorios de acuerdo a los intereses de los mercados laborales europeos.

Operación Tritón es financiada con menos de un tercio de lo que financió Mare Nostrum, y su impacto es muy limitado. Bajo Mare Nostrum, por ejemplo, las misiones de búsqueda y rescate se realizaban hasta en la costa libia, pero bajo Tritón, los barcos sólo patrullan dentro de 30 millas náuticas de la costa italiana.

De hecho, bajo Tritón, las operaciones de búsqueda y rescate han sido sustituidas en gran medida con programas destinados a evitar el cruce del Mediterráneo. En otras palabras, su objetivo no es salvar vidas en peligro, sino disuadir migrantes abordar los barcos, primero que nada.

Cuando Mare Nostrum fue terminado, activistas por los derechos humanos predijeron el inevitable resultado, una "oleada de muertes en el mar", como Riccardo Noury, un portavoz por Amnistía Internacional Italia, declaró el año pasado. Tuvo razón.


HOY, SEGÚN Yves Pascouau, director de política migratoria del Centro de Política Europea en Bruselas, "La UE ha estado evitando responder a la crisis porque los gobiernos piensan que es demasiado caro". Y añadió, sin embargo, que esto está ocurriendo en un momento en que "el debate sobre inmigración se ha hecho tóxico debido al auge de la extrema derecha".

De hecho, en Gran Bretaña, políticos como Nigel Farage, del derechista Partido de la Independencia del Reino Unido, están utilizando esta última crisis como una cuña política para argumentar que Gran Bretaña debe abandonar la UE, a pesar de que la culpa debe ser puesta en la escalada de las políticas anti-inmigrantes que fuerzan a la gente a intentar viajes peligrosos, porque cada vez tienen menos y menos posibilidades de emigrar legalmente.

El empuje por la austeridad entre los líderes políticos europeos, ya sea de la extrema derecha o de los partidos de centro-izquierda, como el Partido Socialista de Francia, ha abierto las puertas a la xenofobia, para desviar la culpa de los recortes a los servicios sociales que afectan más duro a la clase obrera y los pobres.

La respuesta del establecimiento político a la desesperación de los migrantes que se ven obligados a arriesgar sus vidas, expone una bajeza moral que revuelve el estómago.

En EE.UU., el consenso bipartidista por una mayor militarización de la frontera ha tenido el efecto de conducir a los inmigrantes a cruzar la frontera en terrenos cada vez más peligrosos y remotos. Del mismo modo, los líderes políticos de Europa han realizado un macabro cálculo, determinando que las políticas que cuestan más vidas migrantes son populares, haciendo aceptable el creciente número de muertes.

Como el ministro de la Oficina Extranjera británica, Baroness Anelay, dijo el año pasado: "Nosotros no apoyamos a las operaciones de búsqueda y rescate en el Mediterráneo. Creemos que crean un involuntario "factor de atracción", alentando a más migrantes a intentar el peligroso cruce, y conduce a más muertes trágicas e innecesarias".


LA CRUELDAD de estos comentarios es que las políticas de Occidente son, muy a menudo, las responsables de la desestabilización de los países de origen de los migrantes, empujándoles a huir en el primer lugar. Como el dramaturgo Anders Lustgarten escribió para The Guardian:

En toda la diatriba sobre la migración, hay una cosa que nunca se discute: lo que hacemos para causarla. Un informe publicado esta semana por el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación revela que el Banco Mundial desplazó la asombrosa cifra de 3,4 millones de personas en los últimos cinco años. Mediante la financiación de las privatizaciones, la apropiación de tierras y presas, apoyando empresas y gobiernos acusados de violación, asesinato y tortura, y por poner 50 mil millones dólares en proyectos calificados de gran riesgo de impactos sociales " sin precedentes e irreversibles", el Banco Mundial ha contribuido masivamente al flujo de gente empobrecida en todo el mundo.

La cosa más importante que podemos hacer para detener la inmigración es abolir la mafia del desarrollo: el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Europeo de Inversiones y el Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo.

Un muy cercano segundo es dejar de bombardear el Medio Oriente. Occidente destruyó la infraestructura de Libia sin la menor idea de qué podría reemplazarlo. Lo que vino es un Estado hueco, corrido por jefes guerreros, que ahora es el centro del contrabando humano en el Mediterráneo. Estamos justo detrás del régimen de Sisi en Egipto que está erradicando la Primavera Árabe, reprimiendo a los musulmanes y privatizando la infraestructura a un ritmo feroz, todo lo cual empuja a gran número de personas a los barcos.

Lustgarten estaba hablando de gente como Emad al-Masaadi, un conductor de taxi y pintor de brocha gorda originario de Damasco, Siria. Él explicó a NPR que había hecho la travesía con su hijo después de que su casa fue bombardeada en 2012.

Masaadi y su hijo tuvieron la suerte de ser rescatados cuando la sobrecargada embarcación en que viajaban naufragó frente a la costa de Italia, y pudieron conseguir el asilo en Alemania. Pero Masaadi dice que recibe muchas llamadas de otros sirios que piden ser puestos en contacto con los contrabandistas que ellos usaron.

"Les digo que no, que si tuviera que hacer este viaje de nuevo, no lo haría", le dijo a NPR. "Sin embargo, ellos siguen llamando a los contrabandistas. Ellos saben esta ruta es mortal, pero quedarse en casa es mortal, también. Ellos siguen diciendo, 'Bueno, usted lo hizo'. Esta es una señal de esperanza para ellos. Así de desesperados están".

En Libia, por supuesto, la fuente de la actual marea migratoria es la confusión que siguió a la guerra civil que derrocó al dictador Muammar el-Gaddafi, durante la cual EE.UU. y OTAN llevaron a cabo una guerra aérea contra el régimen de su otrora aliado y trataron de maniobrar sus facciones favoritas al poder.

El país sigue sufriendo la devastación de la guerra aérea de Estados Unidos y la OTAN, pero ha habido poca ayuda de Occidente. De hecho, con la escalada de lucha entre las diferentes facciones en el país, la mayoría de las agencias internacionales de ayuda se han visto obligadas a suspender su trabajo y sacar a su personal, dejando una crisis humanitaria detrás.


SIGUIENDO LOS horrores de este mes, los gobiernos de la UE anunciaron que estarían tomando acción, no para eliminar los controles de inmigración, ni para restaurar fondos para las operaciones de búsqueda y rescate, sino principalmente para dirigir sus operaciones militares a los contrabandistas dentro de Libia y para ampliar Frontex.

Esencialmente, los líderes de la UE se están pasando la pelota. Ninguno está dispuesto a comprometerse a adoptar medidas que puedan ayudar a aquellos tan desesperados que prefieren huir hacia una vida incierta en Europa, ni para salvar sus vidas cuando encuentren el peligro.

El único plan real es hacer el foso alrededor del Fortín Europa aún más grande.

Pero las operaciones militares no reducirán el número de personas que intentan huir a Europa, ni un ápice más de lo que más agentes en la Patrulla Fronteriza o la construcción de un muro fronterizo más grande lo ha hecho en EE.UU. En ambos casos, la militarización sólo aumenta la probabilidad de que los inmigrantes enfrenten un mayor peligro o una mayor explotación.

Los controles de inmigración son una farsa. Ellos se imponen exclusivamente sobre la gente trabajadora, mientras que los patrones buscan el flujo más libre posible de dinero y mercancías. El subproducto valioso para los líderes políticos es que ellos pueden echar la culpa de los problemas económicos y la austeridad sobre un chivo expiatorio impotente. Pero los inmigrantes no son la causa de la crisis. Ellos son las víctimas de un sistema que ilegaliza a los seres humanos.

La verdadera respuesta a la crisis migratoria no vendrá de los gobiernos e instituciones de la Unión Europea, porque no es políticamente conveniente para su élite empresarial y política. Corresponde a la clase obrera de todo el continente, como a la de Estados Unidos, defender el derecho de los más vulnerables, como parte de una resistencia de clase unida. Como Kenan Malik escribió en un artículo de opinión para el New York Times:

Entonces, ¿qué hacer? La restauración de una apropiada operación de búsqueda y rescate es importante, pero insuficiente. La Unión Europea debe dejar de tratar a los inmigrantes como criminales, y el control de fronteras como una guerra. Debe desmantelar Fortín Europa, liberalizar la política de inmigración y abrir vías legales para los inmigrantes. Algunos argumentan que esto llevaría a una avalancha de inmigrantes, pero la política actual no previene que las personas emigren; simplemente las mata...

Fortín Europa ha creado no sólo una barrera física alrededor de todo el continente, sino también una barricada emocional alrededor del sentido de humanidad en Europa. Hasta que eso cambie, el Mediterráneo seguirá siendo un cementerio para inmigrantes. Cuando la próxima tragedia venga, debemos recordar: Nuestros políticos podrían haber ayudado a prevenir esto, pero optaron por no hacerlo.

Traducido por Orlando Sepúlveda

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