Lucha antirracista y elecciones

August 25, 2015

Los enfrentamientos con los candidatos demócratas plantean cuestiones políticas que el movimiento Black Lives Matter seguirá enfrentando en los meses venideros.

DOS ALTERCADOS este mes, con resultados muy diferentes, entre activistas del movimiento Black Lives Matter (Las Vidas Negras Cuentan) y candidatos a la nominación presidencial demócrata expusieron la hipocresía de los llamados a la justicia racial de los últimos, y arrojaron algo de luz sobre la política de Black Lives Matter, y los desafíos que enfrenta un año después de la rebelión en Ferguson y a las puertas de un nuevo ciclo electoral.

El primero de los encuentros fue noticia de primera plana al finalizar la primera semana de agosto: Dos líderes activistas de Black Lives Matter en Seattle, Marissa Janae Johnson y Mara Jacqueline Willaford, se tomaron el escenario durante un mitin en defensa el Seguro Social, Medicare y Medicaid, donde Bernie Sanders, el auto declarado social-demócrata senador de Vermont y pre-candidato presidencial demócrata, iba a hablar. Las activistas se apoderaron del micrófono y resistieron los intentos de los organizadores del evento a recuperarlo. Una parte del público, muchos de los cuales habían estado esperando escuchar Sanders durante una hora y media, se impacientó.

Protesting police terror in New York City

Inmediatamente, descabelladas denuncias comenzaron a circular en la Internet acusando a ambas mujeres de haber sido implantadas por la campaña de Hillary Clinton o incluso ser operarias republicanas, y también afirmaciones de que los organizadores llamaron a la policía para detener a las activistas, y de que la multitud era "un montón estridentes racistas blancos", repitiendo lo que una de los activistas dijo desde el escenario.

En la prensa establecida, lo mismo que en los medios sociales, el conflicto fue retratado como una señal de la profunda división y hostilidad entre dos campos progresistas: el movimiento Black Lives Matter en protesta la epidemia de la violencia policial racista, y las movilizaciones populares por la campaña electoral de Sanders, con su énfasis en la desigualdad económica y social.

Ese conflicto es falso y perjudicial, y es tarea de cada izquierdista tratar de superar esta polarización.

El segundo encuentro tuvo menos publicidad: Un grupo de activistas de Black Lives Matter viajó de Boston, New Hampshire, para confrontar a Hillary Clinton durante un acto electoral a mediado de agosto. El grupo llegó tarde para entrar al foro donde Clinton estaba hablando, pero su personal de campaña organizó una reunión con la candidata, a puerta cerrada, inmediatamente después. El grupo tuiteó: "Hemos recibido la atención del personal de @HillaryClinton y están trabajando con nosotros".

La idea de que Hillary Clinton está "trabajando con" los activistas antirracistas, por cualquier motivo que no sea avanzar en su campaña es también falsa y debe ser puesta en cuestión.

Los activistas y organizaciones de Black Lives Matter están prometiendo más confrontaciones de este tipo, pero estas dos ya plantean importantes cuestiones: ¿Qué relación debe el movimiento Black Lives Matter tener con el Partido Demócrata? ¿Qué significa presionar a los líderes demócratas, y qué podemos esperar de ellos? ¿Dónde yace el poder para ganar el tipo de cambios que Black Lives Matter demanda? ¿Deben los activistas y organizaciones antirracistas buscar ganar capas más amplias de la sociedad a su lucha? Y si es así, ¿cómo? Y ¿Qué estrategias y tácticas fluyen de las respuestas a estas preguntas?


SI LA meta inmediata de los enfrentamientos fue que los dos principales candidatos a la nominación presidencial demócrata reconocieran la injusticia de la violencia policial y el encarcelamiento masivo, y que incluyan promesas de cambio en sus campañas, entonces la victoria ya está a la mano.

Pero la facilidad con la que Clinton y Sanders pueden satisfacer estas "demandas" debe abrir más interrogantes en los activistas.

El personal de Hillary Clinton son operarios experimentados que estaban preparados para lidiar con los activistas de Black Lives Matter.

No fue sólo una cuestión de evitar la vergüenza que su sufrió oponente. Clinton entiende que cualquier candidato que espere ganar las primarias demócratas debe tener algo que decir sobre la violencia racista de la policía. Así, después de la rebelión en Baltimore tras el asesinato policial de Freddie Gray, Clinton declaró que era "hora de acabar con la era de la encarcelación masiva"--puesta a toda marcha durante la presidencia de su marido Bill.

Sanders fue más lento en responder debido a la debilidad histórica de su política socialdemócrata que no entiende la conexión entre las demandas económicas de la clase obrera contra la pobreza y la explotación y las demandas específicas de los afroamericanos, y otras minorías oprimidas, contra el racismo y la discriminación.

Aún así, Sanders comenzó a cambiar de tono después que la acción de Black Lives Matter durante su comparecencia en la conferencia Netroots Nation, en Phoenix, a mediados de julio. La nueva sección del sitio web de su campaña sobre "Justicia Racial" se basa en su presentación ante la Liga Nacional Urbana a finales de julio, y su mitin electoral, dos días antes de Seattle, que giró en torno a los mismos temas.

Por cierto, Sanders debe ser impugnado por su fracaso para abordar uno de los temas más importantes de la política estadounidense, y todos los candidatos políticos deben sentir la presión de responder a los cambios en la conciencia popular y el impacto de la protesta política. Pero esto por sí solo es bastante para juzgar la dirección de un movimiento que aspira a cambiar mucho más que las declaraciones públicas de los políticos.

Como Keeanga-Yamahtta Taylor señaló en un artículo para The Root:

Seguro, los candidatos a la más silla del país deben tener que responder al más significativo movimiento antirracista en años en Estado Unidos. Pero hay una pregunta más amplia aún: ¿Qué significado tiene que Sanders o Clinton produzcan plataformas de "justicia racial" cuando permanecen en un partido político que es autor y cómplice de la destrucción de los barrios negros, por medio de la privatización y la erosión de los servicios e instituciones públicos? ¿Por qué debiéramos creer que lo suyo no es nada más que una postura electoral? En 1964, Malcolm X dijo de los votantes negros, "Ponéis a los demócratas primero y los demócratas os ponen al final". ¿Ha algo cambiado en 50 años?


CUANDO ELLOS están tratando de ganar los votos de la base demócrata, los líderes del partido reparten atractiva retórica y promesas electorales como los dulces en Halloween. Pero otra cosa es conseguir que hagan algo cuando puedan.

Clinton y Sanders esperan ser el, o la, presidente que sigua a Barack Obama, el primer afroamericano electo a la Casa Blanca en un país fundado en la esclavitud. Sin embargo, aunque Obama debe su éxito al entusiasmo sin precedentes de la comunidad negra, él ha presidido sobre el socavamiento de las condiciones de vida para la gran mayoría de los afroamericanos, incluyendo la militarización de la policía y una escalada alarmante de violencia racista.

El silencio casi total de Obama sobre cualquier tema relacionado con el racismo, durante casi toda su estadía en la Casa Blanca, ha dado paso este año a un tímido reconocimiento del alcance del racismo policial, algunas moderadas propuestas de reforma con fondos insuficientes e aplicación inconsistente, y su llamado a revocar las sentencias mínimas obligatorias que han llenado las cárceles de Estados Unidos hasta el punto de ruptura con delincuentes menores, desproporcionadamente afroamericanos.

Este es un alivio a la ininterrumpida histeria de la ley y el orden de las últimas décadas, pero con obvios límites. Obama se ha pronunciado, en la medida que lo ha hecho, sólo al final de su mandato, y sabiendo que los republicanos en el Congreso tienen los votos para bloquear cualquier cosa que él proponga. Del mismo modo, Hillary Clinton, la aspirante presidencial, critica hoy lo que como legisladora y líder del Partido Democrático fue responsable de implementar.

Lo importante es la razón por la que Clinton y Obama tienen hoy algo que decir: la erupción de protesta y descontento político que siguió a la insurrección contra el asesinato policial de Michael Brown en Ferguson, Missouri, hace un año, y que se extendió a ciudades de todo el país.

Si los líderes demócratas, e incluso alguno que otro republicano, están reconociendo Black Lives Matter, es porque cientos de miles de personas han salido a las calles y muchos más han visto sus creencias e ideas desafiados y cambiados, no el manojo de altercados públicos de este verano.

Sanders--un socialista en el molde de la socialdemocracia europea--ha reaccionado centrándose en la cuestión económica, y minimizando la importancia de desafiar toda forma de opresión afectando a secciones específicas de la clase obrera.

SocialistWorker.org ha argumentado en contra de esta actitud de Sanders y cuando es expresada por otros izquierdistas. Creemos que si vamos a construir un movimiento obrero unido, capaz de desafiar el capitalismo, debemos luchar por derrotar el racismo y la opresión en todas sus formas. Pero es importante reconocer que las ideas sostenidas por Sanders no lo hacen un supremacista blanco.


LO MISMO aplica, y aún más, a aquellos que asistieron al mitin en Seattle en defensa del Seguro Social, Medicare y Medicaid, donde Sanders iba a ser el orador principal, junto a la concejal socialista de Seattle Kshama Sawant y Gerald Hankerson, presidente de la NAACP para la región del Pacífico Noroeste.

La multitud de unas 4.000 personas era en su mayoría blanca, pero no del todo. El patrocinador del evento fue la Coalición del Seguro Social de Washington, una alianza de sindicatos y organizaciones laborales que, por supuesto, cuenta con gente de color entre sus filas.

Pero los dos activistas de Black Lives Matter que interrumpieron a Sanders cuando comenzaba a hablar llamaron la multitud "liberales blancos supremacistas " y "un montón estridentes racistas blancos".

Según informes, los asistentes abuchearon a las activistas al inicio, lo que no debe sorprender a nadie dada la confusión del momento. Algunos entre la audiencia si pidieron su arresto, pero otros gritaron: "¡Déjenlas hablar!" Después de resistir la toma del escenario, los organizadores del mitin trataron de calmar el escarnio de los asistentes durante los cuatro minutos y medio de silencio solicitados por las activistas. Cuando después del silencio Johnson y Willaford se quedaron con el micrófono y siguieron hablando, Sanders dejó el escenario, y los organizadores declararon el evento por terminado.

Posteriormente, las dos activistas explicaron que no habían pedido--ni sido negado--la oportunidad de hablar, e insistieron en que de haberlo hecho habría sido capitular a la idea de que los antirracistas deben "pedir permiso" para hablar contra de la violencia policial.

Pero esto subraya su aparente suposición de haber enfrentado a un público hostil--como si un evento para celebrar y defender el Seguro Social fuera el polo opuesto de uno para exigir que las vidas negras cuenten. De hecho, en su discurso en la ocasión, Gerald Hankerson, de la NAACP, vistiendo una camiseta de Black Lives Matter, habló de cuestiones de justicia racial como parte de la lucha contra la austeridad.

Y ¿qué hay de la audiencia del mitin? ¿Cuántos en la multitud han participado en una protesta de Black Lives Matter el año pasado? ¿Cuántos más apoyaron y defendieron la lucha en una conversación en su trabajo o en su comunidad?

Por supuesto, reconocemos el derecho de los oprimidos a desafiar la opresión usando la táctica que elijan. Pero es necesaria una discusión crítica acerca de cómo avanzar la lucha que no debe ser evitada con la excusa de que el movimiento debe abrazar la "diversidad de tácticas".

En una entrevista posterior, Mara Willaford dijo: "El mundo que podemos imaginar es a menudo muy limitado. Esta idea de democracia nos ha condicionado a siempre buscar que la mayoría esté de nuestro lado. Quiero ser clara, la mayoría siempre será cómplice de la situación actual".

Esto presupone que la mayoría no puede ser ganada a apoyar un tema tan esencial a los derechos civiles como detener la violencia racista, o, que sin la mayoría, la minoría que no es "cómplice de la situación actual" no incluiría a quienes asistan a un mitin en defensa del Seguro Social.

Uno de los puntos fuertes del movimiento Black Lives Matter fue el reconocimiento instintivo de que la lucha contra la violencia racista de la policía estaba conectada a cuestiones de la clase obrera, como lo destacó la regular movilización de contingentes de Lucha por 15, por ejemplo.

Obviamente, la defensa del Seguro Social, Medicare y Medicaid es parte de la misma lucha - tanto más porque la agenda de austeridad ha tenido un impacto desproporcionado en la comunidad negra. El evento en Seattle fue una protesta explicita contra la política de austeridad, y la lucha contra ella es la razón central por el entusiasmo popular por la campaña de Sanders, a pesar de que éste busque la nominación presidencial de un partido que la ha puesto en práctica.

Ambos, Black Lives Matter y la lucha contra la austeridad son importantes en su propio derecho y ninguna debiera ser silenciada ni ignorada por la otra. Es una importante tarea de la izquierda asegurar las conexiones entre ambas, haciendo cada una parte central de la otra.


LA CONTROVERSIA sobre la protesta de Seattle plantea otras cuestiones que la izquierda y Black Lives Matter necesitan discutir.

Una es el efecto distorsionador que las redes sociales y la Internet pueden tener en temas políticos complicados. Pocas horas después del evento de Seattle, la narrativa de lo ocurrido se polarizó en dos versiones: por un lado, que las dos jóvenes negras, posiblemente trabajando para otro candidato, habían utilizado el manto de la lucha contra el racismo para desprestigiar a Bernie Sanders, y por el otro, que un público totalmente blanco respondió con nada más que desprecio hacia Black Lives Matter.

Y lamentablemente, gran parte de la discusión que siguió se ha centrado en desafiar estas caricaturas, en vez de las reales preguntas políticas que surgen de lo sucedido en Seattle.

No estamos diciendo que la Internet y Facebook son fuerzas del mal que corromperán la política de la izquierda, pero debemos recordar que todos los tweets de 140 caracteres no contienen toda la información que necesitamos saber, y que un acalorado debate en Facebook no es el lugar que mejor favorezca la resolución de un tema político. Uno de los retos que han enfrentado todos los movimientos sociales y políticos del pasado ha sido encontrar foros eficaces para tales debates.

Otra cuestión es el reconocimiento que, como toda importante lucha social anterior, el movimiento Black Lives Matter no es una invariable y uniforme formación.

La fuente principal que dio origen a Black Lives Matter es la ira contra la violencia racista y la epidemia de asesinatos policiales dirigida sobre todo contra la comunidad negra. Pero las experiencias de protesta y movilización han sido diferentes de un lugar a otro. También son diferentes las conclusiones políticas extraídas de esas experiencias, dando lugar a diferentes ideas sobre estrategias y organización.

Después un año, Black Lives Matter es aún joven. En Seattle, Johnson y Willaford son co-fundadoras de un grupo de activistas que está conectado a quienes organizaron la Convergencia Nacional del movimiento en Cleveland este verano. Esta fue una de las primeras iniciativas adoptadas para dar forma a un movimiento nacional, y sin duda no será la última.

El instinto, entre los que han participado en las protestas antirracistas de este año, a defender Black Lives Matter cada vez que enfrenta la crítica y el acoso, no sólo de las fuerzas que defienden el racismo policial, sino además de los liberales, dentro y fuera de la comunidad negra, que empujan moderación y paciencia, cuando la epidemia de asesinato policial exige acción, es saludable.

Al mismo tiempo, sin embargo, los que hemos tomado parte del movimiento debemos ser capaces de reconocer y discutir las diferencias políticas sobre cómo entender la lucha y los pasos a seguir. No es destructivo, ni irrespetuoso, ni racista discutir estas cuestiones, o estar en desacuerdo en teorías, análisis político o estrategias y tácticas. Por el contrario, este tipo de debate es demasiado importante para el futuro de Black LIves Matter como para ser evitado.


EL LEVANTAMIENTO en Ferguson el año pasado, y la ola de protesta y acción política que le siguió ya ha transformado la política estadounidense, probablemente más que cualquier otra fuerza. No sólo los principales líderes políticos personalmente responsables por los crímenes del sistema penal, como Hillary Clinton o Barack Obama, ha tenido que decir algo, sino que la conciencia popular ha cambiado.

Las encuestas de opinión muestran que la profundidad de la brutalidad policial y el racismo de la sociedad son mejor comprendidos hoy. De acuerdo con el Centro Pew Research, el año pasado, casi la mitad de todos los blancos dijo que el país había hecho todo lo posible para poner fin a la discriminación racial. Hoy, ese número es menos de un tercio. Más de la mitad de los blancos, junto al 86 por ciento de los negros, por supuesto, dicen que aún queda mucho por hacer para superar el racismo.

Esto representa un cambio importante de la conciencia. Pero Black Lives Matter también enfrenta retos. El número de asesinatos policiales no ha disminuido en el último año. Al contrario, de acuerdo con una investigación en curso de The Guardian, julio dejó un nuevo récor de 118 muertes a manos de la policía, con los afroamericanos representando un porcentaje aún mayor de lo habitual.

Ha habido algunos éxitos, incluyendo el hecho de que hoy es más probable ver a un policía asesino ser acusado, aunque no necesariamente condenado, por sus crímenes. Pero este progreso es aún muy pequeño en comparación a la magnitud del problema. Como SocialistWorker.org escribió a un año del asesinato de Mike Brown en Ferguson, "Tanto ha cambiado, y no lo suficiente ha cambiado".

También hay retos positivos por delante. Balck Lives Matter es una parte de la radicalización en la sociedad estadounidense, que incluye asuntos de la desigualdad económica. Ocupa Wall Street cristalizó ese sentimiento hace unos años, la Lucha por 15 de los trabajadores de bajos salarios lo llevó adelante, y ahora el entusiasmo por la campaña Bernie Sanders lo está mostrando en una nueva forma, a pesar de que esté limitado por las trabas del Partido Democrático.

Al igual que con los movimientos por los derechos civiles y por el Poder Negro antes, sí importa cómo los involucrados en Black Lives Matter se relacionan a los brotes de luchas a su alrededor, separados pero muy conectados.

La mayoría de los movimientos políticos en la historia han surgido sin mucha advertencia, impulsados por la amarga indignación ante un ejemplo particular de opresión o tiranía. Esto por sí solo puede ser suficiente para llevar el movimiento hasta cierto punto. Pero entonces nuevas cuestiones, sobre el movimiento en sí, sobre otras luchas, o sobre la sociedad en general, emergen. Cómo esas preguntas son contestadas influye un montón en cómo el futuro de movimiento luce.

Necesitamos un paciente pero decidido enfoque a una lucha que ha inspirado amarga protesta y positiva esperanza que un cambio verdadero se puede lograr. La fortaleza del movimiento Black Lives Matter es la acción de cientos de miles de personas en todo el país, desafiando la violencia de Estado y la oposición de la clase política, y ésta es la base para tomar sus próximos pasos.

Traducido por Orlando Sepúlveda

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