Resistencia en un año tétrico

January 5, 2016

Donald Trump y sus compinches republicanos podrán acaparar los titulares, pero sus berrinches no pintan la imagen completa de la situación política en EE UU hoy.

EN TIRAS cómicas, el año suele ser representado como un bebé en enero y un débil anciano en diciembre. Pero para representar la violencia pública y alarmismo racista de los últimos meses del año 2015, talvez sea más preciso dibujar un pistolero berreando insultos raciales.

La violencia ha venido en diferentes formas: los ataques terroristas de ISIS en las calles de París y Beirut y contra un avión de pasajeros ruso; el terrorismo derechista contra Planned Parenthood (una clínica de planificación familiar) en Colorado, y contra una protesta del movimiento anti-racista Las Vidas Negras Cuentan (BLM, por sus siglas en inglés: Black Lives Matter) en Minneapolis; un tiroteo masivo en un centro de servicios sociales en San Bernardino, California, que parece haber sido inspirado por ISIS y por una retaliación laboral; y la mayor ola de violencia anti-musulmana desde los días post 11 de Septiembre de 2001, aunque los medios prefieran ignorarla.

El alarmismo racista puede ser visto en el aumento de la demagogia derechista en ambos lados del Atlántico, resultando en la fuerte ganancia electoral del partido de extrema derecha Frente Nacional, en Francia, y en el pujante, aunque aún temprano, liderazgo de Donald Trump en la primaria republicana.

Clockwise from top left: Donald Trump; a Predator drone; protest against police violence; vigil after the San Bernardino shootings

Estos alarmantes desarrollos son producto de, y reacciones a, profundas inestabilidades e injusticias que el establecimiento se niega a reconocer, mucho menos a abordar: una economía en la que las condiciones de vida para la gran mayoría se han estancado o empeorado durante y después de la Gran Recesión del 2008-09; y el caos global causado por la guerra sin fin contra el terrorismo y las drogas, creando la mayor crisis de refugiados que el mundo ha visto desde la Segunda Guerra Mundial.

Acechada por tiroteos masivos, la ruptura del estado-nación en el Medio Oriente, el grotesco trato hacia los refugiados y el asqueroso carnaval desarrollándose en uno de los partidos políticos más poderosos del mundo, es fácil concluir que la sociedad está claramente desenhebrándose.

Sin embargo, el horror de los últimos meses no nos debe hacer olvidar que 2015 fue también un año de polarización en Estados Unidos. La confianza de la derecha crece a la par con el número de oprimidos que buscan una alternativa hacia la izquierda.

Cuando ridículas teorías sobre de la "radicalización" entre musulmanes llenan las ondas públicas, impregnadas de propaganda suministrada por islamófobos profesionales, es necesario señalar y estimular el proceso de radicalización, genuino y saludable, tomando lugar en la izquierda.


VALE LA pena recordar que los días previos a los ataques de ISIS en París, los titulares en EE UU estuvieron dominados por una ola de protestas antirracistas en las universidades, eco del triunfo de los estudiantes negros en la Universidad de Missouri contra el presidente de la escuela y el racismo institucionalizado que pervive en la educación superior. La protesta y organización de los universitarios continúa, aunque su cobertura mediática sea ahora más esporádica.

Pero por otro lado, los medios de comunicación no han tenido más remedio que cubrir la enorme crisis política en Chicago, donde el alcalde demócrata Rahm Emanuel se vio forzado a despedir a su jefe de policía y a pararse frente al Ayuntamiento a pronunciar una disculpa sin precedentes. Aún enfrenta el creciente clamor por su dimisión, luego de que personal municipal estuviera enredado en los intentos de suprimir el video que muestra la ejecución policial de Laquan McDonald, hace más de un año.

Tras las protestas diarias del movimiento BLM, los índices de aprobación de Emanuel han caído a un 18 por ciento; y eso antes de posiblemente enfrentar otra huelga de maestros, organizados para luchar no sólo por sus demandas sindicales, sino además por la justicia educacional.

Otros avances de la izquierda han recibido menos atención, tal como la reciente decisión del gobernador demócrata Andrew Cuomo de Nueva York de abandonar sus agresivos esfuerzos por para atar la evaluación docente a los resultados de los estudiantes en las pruebas estandarizadas.

Esta es una dramática retracción, más como una rendición, tras lo que posiblemente fue el boicot de pruebas estandarizadas más grande en la historia de Estados Unidos. Es importante señalar además que Cuomo enfrentó un significativo, aunque pequeño, desafío electoral del Partido Verde y que el sindicato estatal de maestros retuvo su apoyo automático habitual al candidato demócrata, gracias al empuje de los maestros de base.

Finalmente, por supuesto, tenemos la expresión más evidente y generalizada de la apertura hacia la izquierda: la campaña presidencial demócrata de Bernie Sanders, sondeando a más del 30 por ciento con un candidato abiertamente socialista (aunque moderado sea) en las encuestas. Además, Sanders está con o por delante de Trump y otros republicanos en sondeos que ponen a los candidatos cabeza a cabeza.

Si un posible triunfo de Sanders sobre Trump sorprende a algunos es porque entre enero y finales de noviembre, los noticieros nocturnos de las tres principales cadenas televisivas dieron a Trump más de 240 minutos y sólo 10 minutos a Sanders. World News Tonight de la ABC cubrió Trump por 81 minutos y a Sanders por sólo uno.

Rodeado por la estridencia mediática sobre Trump, puede ser fácil olvidar, o nunca enterarse de, que el sector de la población que lo apoya es en realidad muy pequeño. Como el analista político Nate Silver escribió el mes pasado en FiveThirtyEight.com:

Ahora, [Trump] tiene de 25 a 30 por ciento de apoyo en las encuestas entre el más o menos 25 por ciento de los estadounidenses que se identifican como republicanos. (Eso es de 6 al 8 por ciento del electorado general, o aproximadamente la misma proporción de personas que creen que los alunizajes del proyecto Apolo son falsos).


EL PUNTO aquí no es minimizar el impacto que las venenosas ideas difundidas por Trump puedan tener. El hecho es que, según las encuestas, la mayoría de los estadounidenses se opone a que los refugiados sirios musulmanes entren al país, una ominosa señal del alcance que la mierda islamofóbica de los tales como Trump puede lograr en un ambiente de paranoia terrorista.

La razón para reposar y tomar una visión más amplia del panorama político es para que podamos evaluar con mayor precisión dónde estamos a la defensiva y dónde podemos empujar y poner a la derecha en retroceso.

Aún más, la alarma sobre Trump, aunque comprensible, es una distracción sobre la principal dinámica en juego en la carrera presidencial: con un Partido Republicano que no puede hallar un candidato que pueda ganar en una elección general, Hillary Clinton consolida su amplia ventaja en la carrera por la nominación demócrata.

Clinton parece la segura candidata de su partido no porque su mensaje sea más atractivo para la base demócrata, sino porque el Partido Democrático no es democrático.

Más bien es una organización cuyas decisiones importantes y nominaciones son determinadas por las grandes donaciones, por las conexiones a los medios corporativos y por una estructura interna amañada que da más de uno de cada siete votos en la convención del partido a "superdelegados": miembros del partido que apoyan casi unánimemente Clinton.

Lo que esto significa es que el candidato presidencial que represente a la "izquierda", dentro de los estrechos confines de las elecciones generales, probablemente será alguien que simboliza el estatus quo, en cada aspecto otro que su género.

Esto a pesar de que el descontento generalizado ha dado lugar al movimiento BLM, la lucha por un salario mínimo de $15 por hora y la mayor marcha por la justicia climática en la historia reciente, aquí en EE UU, y a nuevos partidos de izquierda y líderes emergentes en otros países.

Cuando Clinton se convierta en la candidata, habrá una enorme presión sobre los partidarios y activistas que apoyan a Sanders, aunque quieran permanecer independiente de los demócratas, a unirse a la campaña de Clinton, para luchar por el mal menor. Puede que Clinton no sea perfecta - el argumento dirá - pero no es tan mala como Donald Trump o Ted Cruz o algún otro repugnante republicano.


LA LÓGICA del mal menor sonará convincente para muchos, pero es una estrategia perdedora. No podemos derrotar la islamofobia y el racismo contra los inmigrantes de los republicanos apoyando un partido cuyo actual presidente ha llevado a cabo el mayor número de deportaciones en la historia y librado interminables guerras alimentando el terrorismo y el odio anti-musulmán.

Hay otra manera, y hemos visto que funciona.

En 2004, los republicanos, encabezados por George W. Bush, ganaron las elecciones, en gran parte gracias a una histeria derechista batida sobre temas sociales, especialmente una campaña de referendos estatales contra el matrimonio entre personas del mismo sexo, con la meta motivar a los votantes de derecha a salir a las urnas ese año. Los republicanos obtuvieron lo que querían: cada una de las 11 iniciativas contra la igualdad matrimonial introducidas a nivel estatal fueron aprobadas y Bush fue reelecto.

Casi exactamente 10 años después, la Corte Suprema de Estados Unidos, a pesar de poseer una mayoría derechista entre sus jueces, coronó una ola de victorias por la igualdad matrimonial con una decisión que puso fin a los esfuerzos legales de los conservadores.

¿Qué ocurrió? No fue la confianza en políticos demócratas como Hillary Clinton y Barack Obama, quienes se opusieron a la igualdad matrimonial hasta mucho después de la opinión pública hubiera cambiado, sino la presión desde abajo con protestas, incluyendo la multitudinaria Marcha Nacional por la Igualdad de 2009, y con otras campañas de la comunidad LGBTQ, confiadamente empujando sus derechos en el debate nacional y cambiando la cultura.

Más recientemente, el movimiento BLM ha demostrado una capacidad similar para cambiar la conciencia. En 2011, sólo el 29 por ciento de los estadounidenses dijo a los encuestadores de CNN que el racismo era un "gran problema" de la sociedad estadounidense. Ese número casi se duplicó a 49 por ciento este año.

Mientras los candidatos republicanos tratan de superarse unos a otros en incitar miedo hacia enemigos internos de piel oscura, es fundamental que nosotros mismo no cedamos a nuestro miedo a la derecha, y que tomemos la lucha directamente a ellos, organizando protestas y foros públicos, enarbolando la solidaridad con los musulmanes y los inmigrantes y apoyando las luchas de los pueblos del Medio Oriente contra el conjunto de fuerzas alineadas en su contra, incluyendo, en primer lugar, el gobierno de Estados Unidos.

La derecha crece cuando, en presencia de crisis políticas y económicas, la izquierda es incapaz de organizarse como una alternativa.

En el Medio Oriente, ISIS surgió de la retirada y la represión de los movimientos revolucionarios que surgieron durante la Primavera Árabe, hace casi cinco años. En Europa, los partidos de extrema derecha, como el Frente Nacional, tomaron impulso después de que el gobierno izquierdista de SYRIZA capituló ante el chantaje de austeridad de la Unión Europea.

En EE UU, la ola islamofóbica que azota el país tras los atentados de París y el tiroteo en San Bernardino florece en parte tras la disolución del movimiento anti-bélico, que en 2003 organizó la protesta más grande en la historia del mundo, pero que cayó en desarraigo años más tarde porque no pudo conciliar su oposición a la guerra con su simpatía por un presidente demócrata que cambió las invasiones y las bravatas de "Misión Cumplida" por ataques aéreos con drones y sanciones económicas.

Después de siete años de guerras con Obama y siete años de guerras con Bush, tenemos el surgimiento de ISIS y la crisis de refugiados. Cuando Obama dio un discurso ante la nación este mes y dijo, en esencia, que su plan estaba trabajando, él sonó tan desconectado de la realidad como Trump y los republicanos.

Sigue habiendo una audiencia para una alternativa radical, expresada, por ejemplo, en la campaña de Sanders y en la gran audiencia por los libros explícitamente anti-capitalistas. Esa audiencia necesita conectarse entre sí y a las existentes organizaciones izquierdistas, y abordar los asuntos que nos enfrentan.

Esta es la resistencia en un año tétrico. Su construcción es crítica para desafiar las atrocidades y atropellos políticos del presente. Y en su seno, debemos reconstruir una izquierda que pueda presentar una alternativa en los años por venir.

Traducido por Orlando Sepúlveda

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